Hemos hablado aquí, más de una vez, de los tesoros de nuestro armario, de la penita que nos da cuando mueren y tenemos que deshacernos de ellos o del susto mortal que nos llevamos cuando nos los pierden de vista… Nunca nunca nunca habíamos hablado, sin embargo, de la tremenda tristeza que nos produce que desaparezcan de la faz de la Tierra sin más…
Tras nuestra visita a la sede de Bershka (podéis leer tooodos los detalles en la #revistaFMA ;), nos fuimos a comer con parte del equipo y, pocas horas después, tenía esta foto de grupo en mi muro de Facebook:
Mi primer comentario (ese momento de claridad inconsciente en el que te das cuenta de que tienes un problema llamado obsesión): “siempre salgo en toooodas las fotos con el mismo pañuelo” (ese momento en el que zanjas tu destino por hablar demasiado, ¡so gafe!). Esta ha sido SNIF y será SNIF SNIF mi última foto con mi querido e inseparable pañuelo porque, pocos días después, me lo dejaba abandonado en el autobús de camino al aeropuerto (he de decir en mi favor que había madrugado mucho y he de decir, para ser justa, que un día me dejaré la cabeza en algún sitio de lo despistada que soy).
Esta fue la primera foto, estrenando coche (de alquiler), de vacaciones en San Francisco hace cosa de 5 años, con dos compras de emergencia (¡la rasca que hace en San Francisco!) que me han cundido una vida: unos zapatos con forro de borrego que no le gustan a nadie pero que ya me he recomprado 5 veces (obsesiiivaaa) y mi pañuelo SNIF SNIF…
Precisamente Irene, tras contar la mala noticia en mi muro (de las lamentaciones), me dejaba un mensaje de aliento en Facebook:
Ay, pañuelito mío, qué buenos momentos hemos pasado juntitos… Espero que ahí donde estés seas feliz con tu nueva dueña (que se muera de algo lento y doloroso por haberte guardado, en lugar de devolverte al conductor para ir a objetos perdidos y reencontrarnos) y, sobre todo, perdóname por haberte olvidado.
Seguro que vosotras también tenéis una tragedia parecida guardada en ese cajón de la memoria (selectiva) que procuramos no revolver. Aunque compartir las penas es sano (y solidario): ¿nos contáis vuestra peor pérdida fashion para lamernos juntas las heridas? No se me ocurre mejor manera de combatir la depresión de los lunes por la mañana (¿ironía again?).
Como poncho, como pañuelo, como bufanda, como chal, hasta como capucha… ¡Buaaaa! ¿Qué haré ahora sin mi pañuelito?