Lucia

mamá quiero ser… violinista

foto: Pablo Rodríguez

Espero que os guste esta sección mamá quiero ser… A mi personalmente me está encantando, no sabéis lo que estoy aprendiendo.

Adrián es un chico feliz, simpático, moderno y si me lo permite él, un poco hipster. Me llevo genial con él y por eso le he pedido esta entrevista.

En esta ocasión quise saber más sobre los músicos de Orquesta Sinfónica que además los tengo muy cerca. Lino está aprendiendo a tocar el violín, así que me viene genial esta pequeña charla con Adrián. Os dejo con él… disfrutadlo.

Mamá quiero ser… violinista

Me llamo Adrián, y nací en el Puerto de la Cruz (un sitio fantástico en la isla de Tenerife) hace 28 años. Hoy vivo en A Coruña con mi novia Silvia y nuestro perro Chechu.

Soy violinista y trabajo en la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), un nombre que seguramente os será familiar.

Además, formo parte de Arcosiris, un grupo con el que intentamos que la música se convierta en algo cercano, cotidiano y divertido para todos vosotros.

Me encanta cocinar, amo los perros y adoro el mar.Nadar y pintar son dos de las cosas que más me relajan en el mundo.

¿A qué edad comenzaste a tocar el violín?

Empecé cuando tenía siete años. Mis padres quedaron impresionados con un chaval que tocaba el violín en la calle, y tanto les apasionó que decidieron que una educación musical y artística era lo mejor para mí. Está claro que en aquella época, tocar el violín era algo totalmente raro e inusual en mi entorno; no tenía ni familiares músicos ni había tenido una atmósfera musical en casa. Al principio no sabía ni lo que era un concierto. Recuerdo que escucharlos por la tele me resultaba aburridísimo. Pero fue probar, y enamorarme enseguida de la idea de poder hacer sonar yo mismo aquel pedacito de madera que tenía entre las manos. ¡Me dio una sensación increíble de independencia y creatividad!

¿Consideras que te quedaste sin infancia por tener que practicar mucho o tener muchas horas de conservatorio?

Para nada. Es una cuestión de organización. Recuerdo que practicaba bastante, pero al mismo tiempo, tenía muchas horas de juegos en la calle con mis amigos o tiempo para mí, para hacer lo que más me gustara. También creo que ayudó mucho el hecho de que mis padres nunca me presionaran para ser músico. Pienso que eso hizo que fuera yo mismo el que amara la idea de llegar a ser violinista profesional. Es verdad que cuando ingresé en grado medio, las horas de práctica también aumentaron, y con ellas, el número de asignaturas complementarias y de horas de viaje, pero ya tenía una edad y sabía que iba a ser músico fuera como fuese.

¿Qué estudios son necesarios para llegar a ser un violinista profesional?

Bueno, en principio y en teoría, hay que cursar cuatro años de grado elemental, luego seis de grado medio (que creo que ahora se llama grado profesional), y luego cuatro años de grado superior. Después de esto, mucha gente, como en mi caso, complementa sus estudios con un Máster. De todas formas, cuando la gente me pregunta sobre mis estudios (todo el mundo sabe que la música es una de las carreras más largas), les respondo que cuando uno decide ser músico, no deja de estudiar durante toda su vida. Es un proceso en el que te renuevas continuamente, y nunca dejas de buscar nuevas sensaciones, retos y metas. Es como estar en una aventura toda tu vida. Yo lo recomiendo, es muy divertido.

foto: Pablo Rodríguez

¿Cómo se tomaron tus padres el momento “quiero ser violinista”?

¡Muy bien! En mi caso, ya estaba claro lo que quería ser desde pequeño. Pienso que no fue una sorpresa para ellos. Es verdad que también quería ser otras cosas, como periodista o actor, pero de alguna manera ya sabía que la música sería lo principal en mi vida. Siempre daré gracias a mis padres por no haberme presionado nunca y por darme toda la libertad del mundo para elegir lo que quería hacer. ¡Son unas personas estupendas!

¿Consideras que hay que salir fuera de España para ser un buen violinista o tenemos escuelas buenas aquí?

Hay algunas escuelas muy buenas en España. Y también tenemos profesores de muy alta calidad. Pienso que día a día esa idea de que para ser bueno hay que salir del país va perdiendo fuerza. Es verdad que yo salí fuera porque era otra época, y puesto que tenía que hacer el esfuerzo de salir de las Islas, lo mismo me daba aterrizar en España que en Europa. Y no os voy a engañar, la idea de irme al extranjero, y de ver mundo, y de aprender, y de pasarlo pipa me atraía muchísimo. Mis años de carrera en Holanda no los cambio por nada.

¿Te gusta tu trabajo? ¿qué es lo más y lo menos que te gusta?

Me encanta. Me parece un regalo poder vivir de lo que de verdad me gusta hacer, y de lo que de verdad me entusiasma. Hay muchas cosas que me gustan en mi trabajo. Desde el momento de recibir una partitura nueva, con ese proceso de estudio e investigación en casa con un buen café (¡todos somos un poco Sherlock Holmes!), hasta el momento del concierto, con esa atmósfera mágica que hace que se te ericen los pelos. Cada semana que pasa eso pienso que vale la pena todo por ser músico. También me encanta el trabajo en equipo. Un ensayo puede ser una situación muy divertida y muy intensa. Unas risas con los compañeros (que normalmente también son tus amigos), o un momento de disfrute de la belleza de la Música juntos hacen que tu día cambie por completo. La sonrisa o la emoción en la cara del público también es algo que me encanta. Quizás lo menos que me gusta de la profesión sea la competencia mal entendida, y la gente que la genera. Es cierto que la Música es una profesión dura, pero creo que cambia mucho según tu punto de enfoque. Siempre llevo en la cabeza una frase de Bèla Bartók: “las competiciones son para los caballos”. Frase de cabecera sin duda alguna.

foto: Pablo Rodríguez

¿Crees que has alcanzado las metas que te habías fijado cuando empezaste?

Sin duda alguna. Y me siento muy satisfecho de ello. Pero lo curioso es que cuando pienso en esto, en lugar de sentarme hacia atrás, me entran ganas de ir cada vez más lejos, de alcanzar nuevas metas y nuevos proyectos. Tiene que ver con lo que dije antes, en esta profesión, ¡uno nunca se aburre!

¿Alguna vez pensaste en tirar la toalla?

Muchas veces. Todos tenemos momentos de flaqueza. Con los años me he dado cuenta de que se trata de dejar enfriar la cabeza. Cuando me enfrento a una dificultad que me molesta o me preocupa durante un tiempo, siempre espero un poco para ver las cosas con perspectiva. Pero también me siento afortunado por haber tenido siempre cerca a personas que valen su peso en oro, y que me han hecho ver las cosas de otro color.

¿Nos cuentas una semana en la vida de un músico? Mucha gente no sabe cómo funciona una orquesta.

Bueno, ¡eso es contar muchas cosas! Nuestro trabajo comienza normalmente antes de que empiece la semana, quiero decir, ya durante el fin de semana anterior estudias en casa las partituras del programa que vas a tener en tu atril. Al llegar el lunes comenzamos con los ensayos en conjunto. La primera lectura de las obras normalmente depende de este estudio que se ha hecho en casa. Luego comienza un “proceso de montaje” del programa, es decir, el director investiga la partitura y comienza a “pintar” la música con cada una de las diferentes secciones de la orquesta. Nuestros ensayos normalmente terminan a la hora de comer, pero por la tarde seguimos trabajando individualmente en casa, para corregir pasajes que aún no dominamos o no conocemos bien, y así hacer que la orquesta funcione igual de bien que un reloj, o teniendo ensayos para otros grupos (de música de cámara, por ejemplo), o dando clases. Ya hacia el jueves, solemos tener lo que llamamos “ensayo general”, es decir, un ensayo en el que nos imaginamos que ya estamos en situación de concierto. Y por fin, llega la noche (o las noches, dependiendo de si esa semana tenemos uno o dos conciertos) en la que ofrecemos al público nuestro trabajo de esa semana. Después de nuestro último concierto, el proceso comienza de nuevo, pero esta vez con un programa diferente.

foto: Pablo Rodríguez

¿Qué consejo le darías a un niño que está empezando en este mundillo?

Yo le diría que, ante todo, disfrute y lo pase bien. Que disfrute del placer de hacer música. Cuando está sólo y cuando está en grupo. Y que juegue con el instrumento y con la música. Quiero decir, a uno a veces le inculcan que el violín es un trozo frágil de cristal, y se crea una cierta distancia hacia el instrumento y sus horas de práctica. Yo le diría que cogiera el violín en todo momento, porque practicar no es sinónimo de tocar. Se puede practicar experimentando. Experimentando diferentes formas de colocar las manos, de producir diferentes texturas de sonidos dependiendo del lugar en el que se coloca el arco…yo les diría en definitiva que no esperen a que su profesor les de permiso para investigar, sino que se lancen a ello. Y por último, les diría que no olviden todo trabajo tiene su recompensa, y que nunca, nunca se desanimen. La música es un mundo lleno de sorpresas, y es tan grande, que uno siempre encuentra su camino.

Gracias Adrián, un placer y estoy seguro que Lino lo disfrutará muchísimo con todo lo que nos has contado.

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