Principio de devengo


No sé si este pueblo está haciendo mella en la profundidad de mi ser, pues volver ha sido como una cura de balneario. Echaba de menos el huerto, remolonear con paxarito en la cama, los aullidos del pesado de mi perro y hasta a los escarabajos que pululan por la terraza. Mi padre solía decirme que yo había nacido para ser princesa, y ahora me descubro con frecuencia hablando de "mi pueblo", algo que no había pronunciado jamás. Me pregunto si mi alma cosmopolita está trashumando a pastos mejores.
Pablo dice que las fresas van por buen camino a pesar de las heladas. El que no resistió fue Pedro patata, que nos dejó poco antes de empezar la Navidad. Se rompió la cadera paseando por sus campos de trigo, y tras un mes en la cama cerró los ojos para siempre. Si con más de ochenta años no puedes ni salir a ver el campo, poco te queda... musita Pablo.
Me avisan de que la frutera tiene cajas de madera para mí, pero me da cierto recelo ir a buscarlas porque nunca le compro nada. Entre lo que que cojo del huerto y mis salidas furtivas a Mercadona tengo la nevera abastecida. Propósito de año nuevo: no comprar verduras en grandes superficies. Los tomates saben a recuerdo de tomate. Así puedo ir a recoger tantas cajas como quiera y usarlas como packaging de los sombreros.
Lo sé, prometí no fijarme muchos objetivos este año, pero empiezo mañana un curso de formación para poner un poco de pies a esta empresa loca. Tengo que hacer antes un preprograma y aquí ando viendo unos vídeos muy extraños sobre temas tan prolijos como "el principio de devengo". Le pregunto a Pablo si sabe de qué le hablo. "Cuando tú vas, yo vengo", y se ríe a carcajadas.


Me parece que no voy a encajar mucho en el cursillo éste...


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