Trenzas, gins y bigudíes


Nunca he sido de ir a la peluquería cuando he tenido una fiesta o boda importante. Yo misma me arreglaba el pelo y arreando, no me daba el sueldo para más. Pero un día, hará unos cuatro años, invitada a una boda en la que quería estar cañón, se me ocurrió acabar con la costumbre. Allá por entonces se empezaban a llevar las trenzas y las Olsen eran como el novamás de la tendencia capilar, así que me planté en una buena peluquería, de esas de centro de ciudad donde acuden las niñas bien a hacerse sus peinados, para que me dejaran cual Timoshenko en versión boho chic. Ya saben.
El caso es que tras dos horas de empeño, me vi en el espejo con un look de pelo gordo que nada tenía que ver con lo que quería. Yo, que me había dejado los cuartos por emular a las Olsen en un arranque de modernidad, me había convertido en la tata de las gemelas rubias por obra y gracia de la peluquera, que no dejaba de repetir lo monísima que estaba.
A mí estas cosas me dan mucha vergüenza, lo admito. Y en vez de quitarme los cuatro mil ganchos que me había encajado la mujer en mi cuero cabelludo y obligarla a rehacer el peinado, pagué religiosamente y acudí a la boda con mi pelo gordo y la moral por los suelos. Por aquel entonces yo tenía un novio de esos formales en una relación que duraba ya muchos añazos. Pues bien, al día siguiente, lo dejamos. Yo sé que aquello tenía que pasar antes o después, pero en el fondo de mi corazón y de mi pelo (que es mucho), intuyo que aquel moñaco desencadenó los acontecimientos de tal manera que no hubo marcha atrás.
No quiero hacer sangre, pero mi historia con las peluquerías nunca ha sido un idilio, qué le vamos a hacer. Hasta que un día, paseando por Instagram (bendito Instagram) encontré una foto de unas trenzas perfectamente hechas, como las Olsen en sus mejores tiempos, Timoshenko y toda la prole que sigue al pie del cañón trenzándose para cualquier tipo de evento. Eran obra de una peluquería: Bigudíes de Rubíes... ¡de Valencia! y allá que me fui en la primera boda que tuve ocasión.

Mi pelaco by Bigudíes
Aquel fue el comienzo de una bonita amistad, de pelo bonito, peinados exactos y trenzas infinitas... mañanas en la peluquería en la que, embebida del espíritu, pedía hasta que me hicieran la manicura. Ana, la dueña, es dulce y tiene estilo. Habla de blogs, de moda... hace magdalenas, bizcocho y ofrece café para que una se sienta como en casa. Gracias a ella, he roto mi pequeña maldición, y ahora cada vez que voy a Valencia, intento guardarme un día para que me arregle la mata, de la que jamás se ha quejado.

Ana y una clienta muy especial probándose mis tocados
Y así, magdalena va, trenza viene, hemos revestido su pared de tocados y coronas. Lavanda, paniculata, medias coronas doradas para novias... Girls on Valencia, ¡ya están tardando en ir!

Ccada viernes Ana organiza los "BiguViernes": barra libre de gin tonic, trenzas y muchas risas. Un afterwork diferente, si se acercan, seguro que lo pasan bien. Y esa noche fijo que están ustedes reguapas, se lo digo yo.

♥ Bigudíes de Rubíes

Doctor Olóriz, 2 46009 Valencia 963 29 69 19 http://facebook.com/pderubies http://www.bigudiesderubies.blogspot.com.es/

¡Feliz viernes!

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