Moda y sostenibilidad, dos conceptos contrapuestos condenados a entenderse

Today fashion is disposable – and it is supposed to be. And it seems to me that should be unsustainable. Because what the situation we are in now — more and more and faster and faster — sounds like, more than anything, is a runaway train. And you know what happens to runaway trains: they crash.

Esas eran las palabras de la crítica del New York Times, Vanessa Friedman, durante su ponencia (que vale la pena escuchar) en la pasada edición de la Copenhagen Fashion Summit, una cumbre anual sobre moda sostenible que se celebra desde hace 3 años en la capital danesa en la que grandes empresas y figuras relevantes de la industria de la moda discuten sobre técnicas y acciones que podemos llevar a cabo tanto firmas de moda como consumidores para conseguir cambiar el modelo de negocio que en la actualidad impera en este mundo.

Como ya vimos ayer, los tiempos actuales de la moda son uno de los problemas de este negocio. Por seguir con el ejemplo de Friedman, que un mes se lleve el pantalón pitillo y que al mes siguiente la tendencia que impere sean los boyfriend jeans, que algo que compres un verano esté out el siguiente y debas deshacerte de él no es solo una locura sino también un derroche.

Cada vez hay más firmas que buscan un modelo de negocio sostenible, algo por lo que desde sus inicios lleva luchando Stella McCartney. El 25% del algodón que la británica utiliza en sus colecciones es orgánico y esa cifra sube al 50% cuando hablamos de tejido vaquero, aunque si por algo se caracterizan sus diseños es por la política de cero piel.

Según la diseñadora, quien incluso dedica un apartado de su web a hablar de sostenibilidad, el cuero y la piel provocan el mayor impacto negativo en el medioambiente, como la deforestación y la contaminación del agua que dejan los colorantes.

Stella McCartney tiene que lidiar con los que la acusan de no ser tan ecológica como nos quiere hacer creer, sobre todo por el uso que ésta hace de tejidos como la lana, que intenta que en su mayoría sea orgánica, o la seda, un textil cuya calidad y cantidad deja mucho que desear en sus versiones sostenibles.

Pero para la diseñadora británica: “mejor es hacer poco de algo que mucho de nada”.

Son los pequeños pasos los que nos ponen en el buen camino. En las tiendas de mass market (Urban Outfitters, H&M, Mango…) cada vez encontramos más colecciones eco-friendly, aunque sigan siendo un granito de arena en una montaña, por culpa, en cierta manera de los consumidores, es decir, nosotros.

Lo que compramos lo queremos barato, sin importar de dónde vienen los productos ni en qué condiciones se han fabricado, y la producción no agresiva, hay que pagarla.

La información del material utilizado en una de las prendas a la venta en HonestBy.

¿Qué pasaría si supiésemos exactamente cuánto cuesta fabricar la prenda que estamos comprando? Esa es la singularidad de la tienda online HonestBy. una web impulsada por el diseñador belga Bruno Pieters, uno de los semifinalistas del premio para jóvenes talentos del grupo LVMH cuyo viaje al sur de la india cambió su forma de pensar sobre la moda.

En la web, las prendas se dividen en orgánicas, veganas, recicladas, skin friendly y europeas (comprar dentro de la Unión supone menos intermediarios por lo tanto menos incremento del precio). Esta es su filosofía de negocio:

Creemos la moda es belleza y que la historia detrás de la moda puede ser igual de bella. Queremos dar a nuestros clientes la oportunidad de comprar en plena conciencia de lo que están comprando, queremos producir todos nuestros productos de una forma sostenible, queremos que el impacto de nuestros productos y actividades sobre el medio ambiente y la salud humana sea lo más pequeño posible.

Otro ejemplo de firma sostenible es la firma norteamericana Reformation, una de las favoritas de celebrities como Taylor Swift, Rihanna, Emma Watson o Rosie Huntinghton-Whitley que se caracteriza por usar tejidos vintage y ecológicos en sus diseños. Hace solo unos días, John Koblin le dedicaba un artículo en el New York Times.

El cambio hacia un modelo sostenible es lento pero seguro y se completará cuando la etiqueta ecológica deje de ser una opción y se convierta en algo cotidiano.

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