Ruido




Ruido. Una de esas palabras feas, malsonantes o con un significado peyorativo. Cuando una foto tiene ruido esta desenfocada, no te permite ver con nitidez lo que el fotógrafo quería plasmar. El ruido de la calle nos impide escuchar su calma, sus pájaros, sus brisas, su jaleo.
El ruido puede camuflar o tapar tantas cosas preciosas como esconder la realidad, que en muchas ocasiones no es tan bonita.
La mente tiene la capacidad de discrepar consigo misma, se niega, se critica, se desdice y disiente de lo que ha sentido en alguna ocasión. Tenemos la costumbre de hacer listas, esos balances de “lo bueno” y de “lo malo”, esas largas enumeraciones de sinsentidos.
Y luego aparece algo que lo descoloca (o recoloca) todo, una llamada, una foto, un whatsapp, un correo que convierte en bueno lo que era regular, cambia en ideal lo que estaba pantanoso y añade luz, mucha luz, a lo que parecía estar a oscuras; y volvemos a empezar de cero, de nada, sin listas, sin balances, sin argumentos a favor y en contra.
Ruido en nuestras mentes que monopolizan las cenas y reuniones con amigos, ese monotema que ya no puedes exprimir más, buscando en sus miradas una pizca de aprobación, una palabra alocada (“Tírate a la piscina”, “Déjalo todo y múdate”, “Déjate llevar”) corriendo el riesgo de escuchar un puñal en forma de refrán, algo que a pesar de tener una intención positiva, te penetra la arteria aorta y te desangra entre mareos y dolor.
Ojos que no ven, corazón que no siente. Quizás no hay nada por ver, pero la simple posibilidad asusta y remueve, ¿son celos?, ¿es dignidad?, o quizás querer conservar lo poco que queda de ella.
Más ruido. Más listas y balances. Más puntos en el refranero español… y cuando todo parece estar patas arriba, un sms lo soluciona todo, lo recoloca como por arte de magia pero todo lo que fácil llega fácil se va. Y el ruido no tarda en regresar.
En días de manifestación, cuando las calles están cortadas, puedes escuchar el silencio de la ciudad sólo interrumpido por alguna sirena, crees estar en calma, pero faltan pocos minutos para que la indignación popular se coma el silencio, tome la calle que parecía impoluta, falta poco para que los piquetes ataquen esa tienda, para que los cuerpos de seguridad pierdan su función y pasen a ser sicarios, a pocos segundos de que la locura llene de sirenas y gritos lo que se percibía calmado.
Pues en algunas ocasiones, vivimos esa situación en nuestras cabezas y no existe aun la formula para luchar o solucionar lo que las indecisiones del corazón cuestionan.
¿Lógica?, ¿Coherencia?, ¿Sentimientos?... Ruido.
Millones de besos descolocados,



Marc
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