Creo que la culpa de toda la industria de la moda rápida la tiene la plancha. Lo he descubierto este fin de semana, mirando al montón gigante y penoso de camisetas, vestidos y pantalones que desde hace unos meses dobla el tamaño de los montones de Zara en rebajas.
Tiré de la pierna de un vaquero y apareció aquel top de gasa perfecto, la cazadora vaquera, el fular bordado y hasta unas medias de plumetti de hace seis años. Tan revuelto y arrugado, que me entraron ganas de salir pitando de compras y hacerme la sueca.
¿Ropa yo? ¡Pero si no tengo nada que ponerme! Tanto
dilucidar sobre el fast fashion, y ahora el problema está en la plancha. Así que
apunten, queridos: compren menos y mejor, y además planchen. Mimen la ropa, aprendan a descifrar los jeroglíficos de las
etiquetas... Se lo dice una que ha encogido tres vestidos este verano por meterlos en la secadora en "secado plus armario".
Y recuerden:
todas somos bonitas (y estamos en la mejor época para llevar los
pies con estilo)