Juguete

Juguete, eso que usamos para entretenernos, divertirnos, pasar el rato; eso que nos alegra y nos anima. Ser un juguete tampoco tiene que ser algo negativo, si siéndolo juegas, te diviertes y eres consciente de lo que haces. Pero si el juego no va contigo, si contigo juegan pero a otra liga, entonces es cuando el juguete se rompe.
La demagogia no es algo exclusivo de los comerciantes y políticos, hay grandes oradores en las calles, los bares y las discotecas, oradores que consiguen convencerte de que la mejor opción es una degustación de dulces pero que cuando los muerdes descubres que los picantes y ácidos son los principales ingredientes.
Cuantas veces se puede romper una pelota, cuantas cicatrices puede tener una muñeca y de cuantas barajas puede ser nuestra mezcla de cartas, es algo que no decidimos ni nosotros mimos.
En muchas ocasiones soy consciente de que soy un salón recreativo, pero algunas veces no se si mis asistentes son ludópata o jugadores ocasionales, empedernidos, aficionados quizás. Algunas vez mis luces de neón se cansan de brillar, otras los “Bling Bling” de las monedas suenan más que nunca, pero los asistentes siguen siendo grandes desconocidos, sigo sin saber si por mi sienten adicción, afición o simple entretenimiento.
No los culpo, no digo que sea negativo, yo también jugo al billar, también tiro afilados dardos y no me niego a un parchís grupal, pero siempre sabiendo y aclarando que los juegos entretienen, divierten, empiezan y terminan. Luego queda la vida, esa cosa tan bonita que pasa mientras esperamos.

Marc