[LA PRUEBA DEL DELITO]


El segundo embarazo llegó tan pronto que a mí personalmente me pilló por sorpresa. A ver, sí es cierto que lo buscábamos, que lo habíamos decidido pero ya os contaba el lunes que yo pensaba que en el mejor de los casos tardaría unos meses, de manera que para evitar un embarazo en pleno verano otra vez, aplazaríamos la misión bebé #2 hasta el próximo verano.- Pues está clarísimo que lo mío no son los números. Si yo siempre he sido de letras para que me meto con cálculos. ¡A la primera!

De unos años a esta parte cada mes había sido muy puntual así que el retraso de más de 3 días empezaba a ser sospechoso. Y además, como soy aprensiva y psicosomática a tope, a los 5 días yo ya tenía síntomas de embarazo. En el fondo, aunque fuera muuuuuuuuuuuy en el fondo, me temía lo peor (como #malamadre confesa que soy). Suena feo, incluso cruel cuando lo cuento, pero me estaba arrepintiendo de haber ido tan rápido tomando la decisión del bebé #2. A finales de agosto nos fuimos con la Gamberra a Sitges a un hotel increíble a terminar nuestras vacaciones (sorpresa cortesía del marío). Estuvimos de lujo, un resort increible, de esos con desayuno de 8 millones de estrellas, con vino y selección de quesos y tropecientos tipos de bollería (¡sólo para desayunar!). El marío, que nunca ha controlado en cuestión de fechas, se olía algo porque intentaba convencerme sospechosamente de que me hiciera el dichoso test. ¿A ver si vas a estar embarazada? ¡Qué va! -le decía yo claro- Por lo que fuera, a mi me daba un palo terrible hacer frente a lo que ya me temía: la verdad del Predictor. Era ya domingo, nos estábamos comiendo unas navajas buenísimas frente al Mediterráneo con la Gamberra dormida en su Bee dejándonos comer tranquilamente (algo que sucede en muy pocas ocasiones). Todo muy bonito. Incluso vino un señor a amenizar la velada con un acordeón.

Por la tarde, ya de camino a casa, me envalentoné y pedí al marío que buscara una farmacia de guardia. Pero a pesar de ser Sitges un sitio a petar de turismo en pleno agosto, ni una puñetera farmacia de guardia encontramos. Al final, a lo lejos, divisé un vending farmacéutivo. Es que no sé cómo se dicen, pero vaya, imaginaros una máquina expendedora, pero en vez de vender ganchitos o kinders, ésta vendía aspirinas, ibuprofenos, crema solar y por supuesto pruebas de embarazo. ¿Existen estas cosas? Pues parece ser que sí. Yo nunca había visto alguna pero si queríamos quitarnos la duda de encima, era nuestra única opción. Total, que compré la prueba más barata en una máquina expendedora, confiando 100% que aquel cacharro era de fiar.

Y llegamos a casa, ya de noche. Por supuesto pasé del típico consejo del prospecto que te dice que mejor hacer la prueba con el pis de la mañana. Pero ¿para qué? Si yo ya sabía que estaba totalmente preñada. Así que a los dos minutos, ahí estaba mi test sobre el tan olvidado bidé, con un positivo como una catedral.Y me entraron las cagaleras y los siete males. En ese momento empecé a ser consciente de lo que se me avecinaba. El marío sin embargo con aquellamueca de: qué bien lo he hecho. ¡Al la primera!

En la primera visita al ginecólogo, mi Doctor me preguntó que cómo estaba. ¡¡¡¡Cagada!!! le dije. Pero si ya sabes de qué va el tema. "¡Precisamente por eso!" Virgen santa. ¿Dónde me he metido? Por un lado la Gamberra aún es pequeña, quizás deberíamos disfrutar más de ella, dedicarle más atención, dejarle que goce del status de hija única un tiempo ¿no? Y por el otro, no sé yo si seré capaz de gestionar todo este asunto. Si mis mañanas ya son complicadas con una niña que o se viste al son de Dora la Exploradora o directamente no se quita el pijama, no quiero ni pensar cómo serán esas mañanas con uno más. Virgen santa, insisto.

¿Y dónde meteremos al bebé #2? Esa es otra. Si a duras penas cabemos ahora en casa. Si quizás cuando llegue Navidad y Reyes tengamos que invadir el piso del vecino. Sólo os diré que cuando montamos la cama de mayor de la Gamberra, hicimos tan bien el calculo de medidas, que tuvimos que separar el armario y meter una parte en nuestra habitación porque todo no cabía. Ahora tenemos un trozo raruno de armario al lado d enuestra cama que tampoco podemos abrir. He tenido que comprarme un abrigo nuevo porque el del año pasado (que por cierto me encantaba) sigue dentro sin que yo pueda acceder a él. Un drama todo. No os digo más. ¿Para qué me meto en estos berenjenales?

Pero a pesar de lo que os pueda parecer, estoy feliz de la vida porque sé que podemos con esto y mucho más. La primera vez eran otras las dudas que me asaltaban y ahora, desde la distancia y el tiempo, veo que esos miedos no eran tales y que al final todo sale, con algún que otro agobio (y ayuda claro -benditos abuelos- eso sí). Por cierto, no me creo ni yo ahora mismo este arranque de positivismo que acabo de escribir. ¡Así que aprovechad!

Lo que más me gusta de todo esto es que la Gamberra y el bebé #2 se llevaran casi 3 años que creo que es una diferencia de edad bastante guay. Igual que siempre tuve claro que quería tener 2 vástagos, también tuve claro que no se iban a llevar siete años como mi hermano y yo y crecer en plan bastante despegado como hemos crecido nosotros. Es verdad que mis padres y nosotros mismos tenemos parte de culpa y que quizás sea un componenete genético, pero creo que la diferencia de edad importa, y mucho, así que yo confío en que crezcan más juntos y más hermanos. Pero esto creo que ya forma parte de otro capítulo que ya os iré contando.


¡Feliz día!
B*

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