Libertad G. Díaz

El Día de la Marmota.




Tengo un problema. No hay nada que me ate al lugar donde estoy. Ni mi trabajo, ni mi familia (la cual ya está lejos), ni mis amigos ni nadie más. No tengo mascotas, no tengo nada que me retenga a esta ciudad. Los amigos de verdad sé que permanecerán a pesar de la distancia. Mi familia, seguiré viéndola con la misma frecuencia. Trabajos, puedo encontrar otros.

El problema radica en que no sé hacia dónde quiero ir. Es decir, cuando la gente me pregunta dónde me veo en 10, 5, 3 años; yo abro mucho los ojos y, casi horrorizada, contesto "Pero si no sé dónde voy a estar en tres meses, ¿cómo quieres que sepa esto?".


Y es muy desagradable tener esta sensación; tanto que no se la deseo a nadie (menos aún de mi edad, cuando supuestamente has de tener tu vida encauzada y resuelta). No hay nada que me motive lo suficiente para hacer cosas nuevas, más allá que el mero hecho de sobrevivir una semana tras otra, que siempre comienzan como el Día de la Marmota. La sensación de pérdida, de desorientación (yo que no me pierdo en las grandes ciudades, ¿cómo puedo estar ahora perdida?) me invaden cada día. Y soy consciente de que esto ha de cambiar.

Luego me doy cuenta de que no estoy al 100% de mí misma, y que aunque el tiempo lo cura todo, yo aún ando lamiendo heridas de batallas anteriores. Y sólo quiero meterme bajo mi edredón y dormir. Dormir. Dormir.

Dormir hasta que llega de nuevo el día de la marmota. Y me levanto con una idea clara en la cabeza: sobrevivir. Porque esto no va a poder conmigo. Nada puede, a pesar del bajón y de las dudas. Coger un poco de impulso y recordar que estás hecha de polvo de estrellas.

Una semana más. A por ella.



A little meditation before going to bed. Pictures from my Instagram @sahakiel
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