CHRISTIAN DIOR DE SOL Y SOMBRA




Ayer perdí las gafas de sol, eso creía yo hasta que volví a encontrármelas exactamente donde las había dejado; en el banco de una iglesia. Un milagro ¡ sí ¡ Allí estaba yo acompañando a mi madre en su recorrido por un santoral al que tiene por costumbre acudir después de los controles médicos; yo le doy tiempo libre y me siento en un banco en el lateral de la Iglesia mientras ella da gracias por la vida y la salud concedida. La suya y la de una lista de gente, que cada día se hace más larga.

Mientras ella está con su letanía, yo sigo con las gafas puestas; tanto azul con pan de oro deslumbran. Recorro la imaginería y me doy cuenta que estoy al lado de Santa Lucía; como fiel creyente en las casualidades que soy , abandono los oros y la observo pequeñita , vestida de rosa y verde, sus ojos en una bandeja, patrona de modistas, ópticos y fotógrafos; estampita de los buscadores de la luz, del sol y la sombra.
Si, allí estaba yo dándole vueltas a ese designio de la providencia, y ella diciendo: "20 céntimos una lamparita, petición incluida; ¡que mira que te hace falta Delia¡. Te hago una foto de recuerdo"- le dije -, y allí me quité las gafas y las dejé en el banco; cuando mi madre vino a mi encuentro, entusiasmada porque había encontrado a San Judas Tadeo; yo a Santa Lucía ya la llamaba amiga.

Al salir el sol me recordó las gafas y grité: " ¡no las tengo¡"; las dos dijimos a coro: " en el banco" y allí estaban las Christian Dior, junto a mi nueva amiga, esperándome a la sombra.

Estoy segura de que un día de estos llevaremos gafas de sol a todas horas, gafas de sol y sombra.

Dale una vuelta Dior; las de sol en blanco y negro; y por la noche a todo color.

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