Basado en hechos reales: Ese momento no vuelve


Son las tres de la mañana y suena el móvil, hago como que no lo escucho, y sigo disfrutando de la arena de Bora Bora. Pero el sonido es demasiado fuerte y se mete en mis oídos, adiós Bora Bora, no puedo disfrutar del sonido del mar teniendo en mi cabeza la melodía estridente del móvil. Cojo el teléfono y maldigo no haberlo puesto en silencio, pero al otro lado del teléfono, hay alguien sollozando:
- ¿Qué pasa? Son las tres de la mañana... - Se casa - ¿Cómo que se casa? ¿quién se casa? - Pues quién va a ser Estefanía, ÉL se casa y no he sido capaz de decirle NADA
Laura lleva enamorada del chico que le pone el café todas las mañanas, exactamente 10 años, básicamente desde que empezó a trabajar en la oficina. Cada mañana, coge su café a la misma hora, no importa que llueva o truene, ella no perdona esa cita. Recuerdo el día que me llamó para contarme que por fin sabía su nombre y que habían hablado algo más allá de su frase estrella: Un café con leche de soja, hielo y sacarina. No podía verle la cara, pero adivinaba su sonrisa a través del teléfono. Aunque hoy era diferente...

Laura se ha enterado de que él se casa, y ya sabe que es tarde, ya sabe que no van a valer ninguna de esas conversaciones que inventó en su mente, y que practicó frente al espejo. Pero Laura no es la única, por alguna extraña razón la gente juega a imaginarse conversaciones que jamás llegan a realizarse. Conversaciones en las que practicas una y otra vez aquello que necesitas decir, cómo decirlo, lo que vas a responder... Y siempre con un final digno del mejor guión de Disney. Pero llega el momento, ese momento que sabemos que no vuelve, que sabemos que es único y que tantas veces has imaginado en tu mente, aquello que querías que pasara tal cual lo practicaste frente al espejo. Y te acojonas, y te entra el miedo, y te tiemblan las piernas y tu cuerpo se ralentiza y una retahíla de preguntas sin sentido invaden tu mente: ¿y si dice que sí? ¿y si dice que no? ¿y si piensa qué? ¿y si no es así? ¿y si malinterpreté aquello? ¿y si la gente? ¿y si sale mal? ¿y si sale bien? ¿y si no es esto? ¿y si falla algo?...Y si... Y así nos tiramos el 90% de nuestra vida, pensando con la cabeza lo que debería decidir el corazón, y al final cuando queremos darnos cuenta ese momento se ha ido para siempre y no va a volver. Y entonces volvemos a casa, y nos ponemos a practicar frente al espejo aquello que hubieras dicho, aquello que hubieras contestado, aquel beso que no diste, aquel abrazo que te guardaste, el esconderle el cabello detrás de la oreja, el quitarle esa lágrima, el cerrarle la boca...

Pero ya da igual, porque ese momento no vuelve, ese momento era único y tú decidiste dejarlo escapar. Pero habrá más momentos, y tú sólo tienes que decidir si quieres ver la película en la butaca del cine o dentro de la pantalla, porque la vida es corta y las palabras, los abrazos, las caricias, los besos te sabrán siempre mejor cuando los das que cuando los imaginas...
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