Mi vida con tres


Vivir en el campo suena romántico y evocador, pero llegar a casa tras dar a luz con la única compañía de Gastón, el amore y dos niños, no es precisamente una bonita escena sacada de una película de James Ivory. Ni madres, ni suegras ni nada de nada, sólo alguna vecina que a veces se pasa a traernos croquetas y Pablo con sus cajas de guisantes.
Juan nació largo y moreno, y a su llegada abdicó el Rey y hasta se incendió una parte del hospital en el que estábamos. Pasar la tarde después del parto sentada en la acera con mi batamanta fue hasta divertido, con paxarito agarrando goteros y tocando las narices a un chino enfermo sentado a nuestro lado. El pobre no se lo ha tomado muy bien, lo de su nuevo hermano, y le mira con cara de ascopena mientras grita y sentencia que no. "¿No qué?", le pregunto. "Pues que no", dice muy digno. Y así no hay amor de hermano ni foto que valga.
Las noches se han vuelto eternas y nuestra cama ahora es un campo de botellas de aquarius vacías, baberos, pañales y sábanas revueltas. Me entran ganas de llorar porque Juan es muy pequeño, porque hay niños que no tienen qué comer, porque la asquerosa de Elsa Pataky está estupenda y ella tuvo mellizos, porque este verano no pienso ir a la piscina con estas mollas, porque han echado a la vegana de MasterChef, porque veo el telediario, se me quema la comida, me da pena paxarito y echo de menos a mi madre. Así, todo junto y revuelto y en bucle. Y encima aún no he estrenado mis pezoneras de plata.
Juan, ese moreno con ojos de chino que no se parece a nadie, lo ha revolucionado todo. Pero es mirarle, escuchar sus ruidos, olerle... y saber que todo va a ir bien. La naturaleza es complicada y el amore me recuerda mis berridos en la sala de dilatación: "¡¡¡¡¡¡¡no quiero tener más hijoooooos!!!!!!!". Pero la memoria, más rara todavía, va borrando las huellas del parto, de las contracciones sin epidural, de las noches sin dormir, de las hormonas... y al final sólo queda el amor infinito hacia ese moreno que le ha robado el sitio al amore en la cama.
Todo vuelve a su sitio. El amore volverá a su cama, Juan a su cuna y fijo que incluso a paxarito empieza a hacerle gracia eso de tener un hermano. Y hasta los puntos, las mollas y las hormonas irán dejando paso a una vida más normal. La vida con tres maromos se presenta emocionante, les iré contando.

Los pedidos en la tienda online ya salen con normalidad



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