Pasa el tiempo



Pasa el tiempo, pasa muy deprisa o muy lentamente, sea de la forma que sea, sigue pasando, pasito a pasito, sin descanso, sin pausa. Que mayores nos vemos a nosotros mismos en cada instante, nos definimos siempre como responsables y maduros, sentimos que estamos en lo cierto en todo momento, hasta que el tiempo pasa y luego nos apoyamos en lo de “éramos unos niños”. Ya hace tres años y medio, aunque para llegar a ese día pasaron antes muchos meses, más de un año, buscando dentro de mi, intentando comprenderme, organizando mi vida, psicoanalizándome, y un psicoanálisis literal con un psicoanalista, un psicólogo y un psiquiatra, ya que ninguno de ellos me llevaba dónde yo quería llegar, no hacían que fuera como yo quería ser, no conseguían que sintiera lo que yo quería sentir, no me convertían en lo que mi mente establecía como “la normalidad”. Confieso que les costó (me costó) convencerme de que lo que estaba sintiendo no era algo extraño, no era algo sucio ni maligno, era algo usual, algo común, era uno más. Mi insomnio era cada vez más agresivo, mis miedos cada vez más grandes, mis demonios no paraban de decirme “Ellos tenían razón” y me derrumbaba, caía en el más hondo y oscuro de los pozos, un pozo que no tiene salida, uno que te ciega y te mata. “Ellos tenían razón”. Cuantas veces repetí esta frase entre sollozos en mi habitación, cuantas veces repetí esas palabras delante del espejo, odiándome. Ya han pasado tres años y medio, y ahora veo que “Ellos” no tenían razón, “Ellos” no eran solo niños, “Ellos”.
No permitamos que otros decidan que somos, ya es suficientemente complicado saber uno mismo lo que siente para que venga un tercero a definir nada. Hace tres años conocí una experiencia que me cambió la vida radicalmente, me permitió entenderme, conocerme i aprender de mí.





Un beso desde fuera,
Marc
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