Deformación profesional



Una de las características de los interesados y estudiantes de psicología es que cada vez que conoces a alguien y le dices que estudias dicha carrera, de repente te conviertes, desde su punto de vista, en su terapeuta. Una vez, en una clase hablamos de la deformación profesional, esta consiste en alterar de forma involuntaria tu vida personal haciéndola más similar a la vida laboral o profesional, una de las técnicas para evitar esto podría ser no tener vida personal (comentó en broma la profesora) y en algunas ocasiones, esta frialdad que caracterizaría a una persona sin vida, esa permanente imagen impasible, esa sonrisa inexorable y esa mirada empática se convierten en el comportamiento adquirido por aquellos que respetamos, quizás demasiado, nuestro trabajo, nuestra cara laboral. En algún momento, no recuerdo exactamente cuando, decidí (no se si erróneamente) que sería alguien autónomo, alguien personal, individualista y libre, haciendo que mi entorno fuera un mero contexto en el que vivir. Esta decisión no la tomas un día por el otro, ni la llevas a cabo de forma totalmente consciente, pero cuando te ves en perspectiva, sobretodo cuando ves al resto de gente y te comparas con ellos, descubres que a lo mejor cumpliste demasiado bien tu propósito.

En algunas ocasiones, como terapeuta ficticio, me he encontrado inmerso en conversaciones en las que se vivía como un problema aquello que yo envidio, luego llego a mi casa, me tumbo en una cama de 90 y mirando al techo noto como se me humedecen las mejillas hasta que se moja la almohada y es entonces cuando me giro, cierro los ojos y me duermo intentando evadir de mi cabeza cualquier pensamiento que no sea positivo. Muchas veces veo a mi madre y a mi abuela y me siento tan identificado con ellas, quizás fueron las que me enseñaron a sonreír por fuera y llorar por dentro. Mi bisabuela, María, una vez me dijo, “puedes tener hambre, estar triste, tener problemas y estar cansado; pero dúchate, péinate, ponte el mejor traje y sal al baile, nadie tiene que saber que hay dentro de ti”. No se refería a una realidad actual, pero se puede extrapolar y ver que tras cada mirada hay una historia y quizás nunca sabremos el guión escondido tras esos ojos. A lo mejor por eso me tomo tan enserio los pequeños detalles banales, llamando excesivamente a mi peluquero, buscando insistentemente un look idóneo y sonriendo sin cesar, a lo mejor así es cómo expreso mi peculiar deformación profesional.



Muchos besos, Marc
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