Elena Ferrer

Para cambiar necesitas ser como eres

Ilustración de Christopher Delorenzo

Cuánto sufrimiento me habría ahorrado en la vida si nadie me hubiera empujado a cambiar desde bien pequeña. Porque si nadie me hubiera empujado habría cambiado naturalmente.

Esto lo entendí hace unos diez años cuando hice un curso de formación en terapia Gestalt y vimos La teoría paradójica del cambio, según la cual, para cambiar, todo tiene que permanecer como está. Una paradoja en toda regla. Ideal para mi, que tanto me gustan las paradojas y las dualidades.

Frederick Perls enunció esta teoría de la siguiente manera: el cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es.

¿Cuántas veces os habéis cerrado más en banda cuánto más os han dicho que tenéis que cambiar?

Yo fui una niña del tipo tranquilo, tímido, introvertido. Cuánto más me decían, con toda la buena intención, que cambiara, que me abriera, que no fuera tan vergonzosa, que hablara más con la gente, etc, más me cerraba en mi caparazón. Cuanto más me empujaban al borde del precipicio, más retrocedía, lógicamente.

Y menos me gustaba a mi misma, por no encajar.

Uno no deja de ser como es porque otro le diga que sea distinto. Uno deja de ser como es, cuando está tranquilo, cuando se acepta, cuando se gusta. Es entonces cuando se abre, casi sin darse cuenta, de manera natural, creciendo, sin más.

Yo dejé de ser tan tímida por inmersión total, a lo puro y duro, tirándome a la piscina sin flotador, cuando me fui, a los diecisiete años a Londres de Au-pair. No tenía más remedio que abrirme. Esto no es un crecimiento natural, es un crecimiento acelerado. En situaciones límite, crecimiento límite. Nos pasa también cuando somos padres, por ejemplo, porque es una situación tan potente, que pierdes inseguridades, es una experiencia que te hace más poderosa. O con grandes perdidas, cuando algo te golpea en la vida de manera rotunda. Con situaciones potentes, en definitiva.

Pero lo ideal es crecer de manera natural, lentamente, a fuego lento, y eso significa aceptarse, y que los demás te acepten. Solo así puedes estar en paz contigo misma y con el mundo, y abrirte, sin miedos.

Y esto, lo de aceptarse, se aplica a tantas facetas de la vida. En educación, por ejemplo. Si aceptáramos como son nuestros hijos, y nuestros alumnos, cuánto sufrimiento se podría evitar, para las dos partes, pero sobre todo para los niños, que se ven empujados a ser quienes no son. Y no encajan.

O en el trabajo. Ahora que estoy inmersa en mi curso online de La Mirada, “Un trabajo a tu medida”, también salen cuestiones de este tipo. Centrarse en quienes somos y reforzar quienes somos es la única manera de alinearse bien con tu trabajo.

Cuesta mucho apagar todo ese ruido que arrastramos durante años. Aceptarse, es la manera más rápida y efectiva de cambiar, de crecer.


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