Por Isabel Carrasco.
Hablemos de Liderazgo.
En la película “Cómo acabar con tu jefe” (“Horrible bosses” en su título original) tres profesionales se plantean, como último recurso para poder sobrevivir, la posibilidad de eliminar a sus jefes, tres ejemplos clarísimos de jefes tóxicos.
Aprovechando esta película puede ser un buen momento para reflexionar sobre qué rasgos de personalidad y comportamientos presentan determinados jefes para llevar a sus colaboradores a situaciones límites.
En Estados Unidos se ha acuñado un término para referirse a ellos. Los llaman los Jefes “Bosszilla” por los destrozos que van causando a su paso, en recuerdo a la película sobre el monstruo “Godzilla”.
El Foro Económico de Davos afirma que la baja productividad de las empresas españolas se debe, en un 60%, a la pobre calidad directiva.
En España según el informe Cisneros, elaborado por la Universidad de Alcalá de Henares y dirigido por Iñaki Piñuel el 36% de los trabajadores opinan que si pudiesen enviarían a su jefe al psicólogo. Varios informes sitúan el comportamiento del líder como uno de los riesgos psicosociales más importantes. En la lista de todos los estresores laborales que aparecen en este estudio “la mala calidad del Management ocupa el segundo lugar en importancia como estresor”, afirma Iñaki Piñuel.
También la Administración reconoce la necesidad de revisar los estilos de dirección. Según datos de la VI Encuesta Nacional sobre Condiciones de Trabajo del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el 10,4% de los trabajadores considera molesta y preocupante la relación con sus jefes.
Otros estudios avalan estas ideas como el de Núria Chinchilla, consultora de empresas y profesora de la escuela de negocios IESE: “El 30% de los casos de abandono de una empresa se debe al estilo de dirección del jefe”.
Diversos autores han clasificado los distintos tipos de jefes que con su comportamiento resultan perniciosos para las organizaciones y para los profesionales que en ella trabajan.
Entre ellos tenemos a:
Juan Carrión, que en su libro “Organizaciones idiotas vs. organizaciones inteligentes” presenta la siguiente clasificación de “jefes idiotas” entre los que destacan fundamentalmente:
No es un líder. Simplemente es un directivo con el poder formal (autoridad) suficiente como para tener subordinados (que no seguidores) y maltratarlos. Es el que intimida, amenaza y grita, el que determina el clima de la organización dependiendo de sus estados de ánimo; el que consigue que los empleados se susurren muestras de solidaridad. Es el jefe del “campo de concentración”, capaz de menospreciar y calumniar. Es una persona con mínimas aptitudes interpersonales, que consigue que cualquiera odie trabajar “para él” (nunca “con él”).
El jefe nocivo consigue sus objetivos destrozando a otros y encuentra el éxito protegiendo su territorio, combatiendo y controlando. Es el anti- líder, el creador de miedos. Se concentra en el cumplimiento de objetivos visibles a corto plazo, imparte excelentes presentaciones para sus superiores (a los que trata sorprendentemente bien,…) y responde con entusiasmo a las tareas. Pero por otro lado, no le importa en absoluto la motivación de las personas de su equipo ni el clima que genera. Es considerado por la mayoría de sus subordinados como arrogante, egoísta, inflexible y mezquino.
En definitiva el jefe nocivo es un creador de ambientes tóxicos. Un ambiente tóxico se produce cuando el fin justifica los medios, cuando los jefes sólo saben exigir y no saben recompensar. Este ambiente se refleja en el dolor y en el miedo de las personas que se ven obligadas a soportarlo.
El jefe nocivo puede ser muy competente pero no aporta valor. El clima que genera es siempre el mismo: sufrimiento, desmotivación, estrés, depresión, rotación, continuismo (como oposición a la innovación), miedo, falta de esperanza, problemas de salud, desconfianza,…
Las tres características claves del jefe nocivo son: despreocupación por sus subordinados, habilidades sociales nulas y egoísmo.
Este tipo de jefe (del que hablaremos más adelante en la clasificación de Iñaki Piñuel) está absolutamente integrado en nuestras organizaciones: es como un “camaleón” que cambia de cara para llevarnos al infierno en vida. Son individuos incapacitados emocionalmente, que dañan y maltratan a los demás sin reparar en nada, crueles e insensibles.
Son aquellos que se quedaron en una edad mental de entre 4 y 7 años. Tienen una eterna sensación de que todo les pertenece (tienen un ego desmedido y una tremenda ambición) y no dudan en ponerse todas las medallas a su alcance. Normalmente es un tipo de jefe controlador e incapaz de desarrollar a las personas, ya que al hacer suyos (y sólo suyos) todos los logros conseguidos por su equipo lo vuelve invisible…
Son grandes manipuladores que “ganan” gracias a que son capaces de engañar a otros respecto a su capacidad y “cosifican” a las personas, lo que muestra cierto nivel de maldad (yo gano gracias a que te utilizo). Si las cosas van mal nunca reconocen que un error es suyo. Los errores tienen nombre y apellidos.
En definitiva, el jefe niño hace suyo lo bueno, y no protege a nadie de su equipo cuando las cosas salen mal. Normalmente este tipo de jefe genera altos niveles de frustración y una enorme rotación. Cualquier persona con un mínimo de talento huye de ellos.
“Tú haz las cosas así, pero como va a salir mal, ya estaré yo para solucionarlo y ponerme la medalla”. Este tipo de jefe se suele rodear de personas sumisas. Normalmente fuerza al equipo a realizar algo de determinada manera (que él sabe a ciencia cierta que no va a funcionar).
Cuando todo el mundo descubre que las cosas no van bien, él suele llegar en plan salvador, aportando una respuesta mágica (que descubrió en anteriores experiencias laborales). Así puede ponerse la “medalla” y quedar bien ante sus jefes. Si esta respuesta no funciona la culpa la tienen los subordinados. Este tipo de jefe no duda en despedir a aquellas personas de su equipo que sospechen de sus intenciones.
Este tipo de comportamiento es evidentemente egoísta y malvado, ya que para ganar perjudica a la propia empresa y si sale mal perjudica no sólo a la empresa sino también a su equipo. Él nunca pierde.
Busca con desesperación la admiración de los demás. Por su absoluta falta de autoestima, suele reafirmarse a través de dos estilos de dirección: el coercitivo (porque lo digo yo y punto) y el imitativo (tu aprende de mí y ya verás lo bien que te va a ir). No suele trabajar mucho (“trabajar es cosa de pobres”) y reserva tiempo para hacer “política interna” (todo poder es poco).
“Haz X y no X al mismo tiempo”. Este jefe llena la vida de los demás de ambigüedades y contradicciones. Normalmente envía mensajes que ponen al subordinado en un dilema irresoluble. Suele dar una orden de máxima prioridad (respaldada por una amenaza) y al mismo tiempo otra orden contradictoria con la anterior (acompañada de una nueva amenaza) y por si esto fuera poco no permite que nadie le contradiga ( “a mí nadie me dice lo que hay que hacer”).
Por otro lado este tipo de jefe se suele quejar de la poca iniciativa de sus subordinados (“es que nadie aporta nada”), sin darse cuenta de que el origen del problema está en su propio comportamiento no en el de los demás.
Los jefes que presentan este perfil atentan contra la salud mental de sus subordinados. Los compañeros de viaje del jefe “dilema” son entre otros: el rencor, los conflictos no resueltos, los sabotajes… En definitiva la irracionalidad lleva a rutinas defensivas, con las que todos pierden.
“Digo X, pero hago Y”. Este tipo de jefe tiene buenas intenciones pero nunca las hace realidad; conoce la teoría pero no la pone en práctica. Lee constantemente libros de management (está informado), pero no logran aplicar nada (no es capaz de pasar a la acción). Se auto- engañan y piensan que son grandes directivos, le cuentan a todo el mundo lo maravillosos que son y lo bien que funcionan sus departamentos o empresas.
“Yo pasaba por aquí”. Los jefes mediocres son tremendos, ya que nunca hacen nada; y si hacen algo es para cumplir órdenes del jefe de rango superior. Muestran una proactividad nula, nunca tienen criterio propio y son simples “marionetas” de un poder superior. Normalmente este tipo de jefe busca su propio beneficio, “pasando” de su equipo (se convierte en un ser egoísta), por lo que suele tener altos niveles de rotación. Su único objetivo es mantenerse en el cargo todo el tiempo que sea posible; sin aportar nada a la empresa, ni a su equipo, ni a nadie…
El jefe mediocre se suele rodear de gente todavía más mediocre (cuando comete el error de contratar a alguien medianamente brillante se inventa cualquier excusa para echarlo). Así “en el país de los tuertos el tuerto es el rey”. El carácter de este tipo suele ser apagado y aparentemente reflexivo (pero es mentira, realmente no piensa, simplemente se apaga mentalmente). Apático eterno, el jefe mediocre es un ser insulso, que parece estar siempre aletargado.
Normalmente los jefes mediocres “pasan” la presión que reciben a su equipo (pueden ser muy “tóxicos…) y suelen culpar a cualquiera que pase por delante de sus errores (tienen tanto miedo de que alguien descubra su absoluta mediocridad que hacen cualquier cosa para disimularla, aunque lo que mejor se les da no es hablar). Siempre son personas que nunca debieron estar dónde están. Son incapaces por definición,…
“Hiberno”. Este tipo de jefe se encierra en su despacho en busca de soledad (tiene problemas par relacionarse con otros seres humanos). Evidentemente la organización (unidad o departamento) acaba funcionando sola.
Iñaki Piñuel, en sus libros “Mi jefe es un psicópata. Por qué la gente normal se vuelve perversa al alcanzar el poder” y “Neomanagement: jefes tóxicos y sus víctimas” presenta tres tipologías de directivos psicosocialmente tóxicos:
Sus rasgos distintivos son: una autoevaluación exagerada, irreal e inflada y una autoimagen muy frágil que se considera amenazada sistemáticamente por la capacidad o valía profesional de los demás. La ignorancia del directivo narcisista es fruto de su incapacidad de reconocer que existe algo que no sabe o no conoce. Las relaciones sociales de éste se dirigen siempre a intentar destacar por encima de los compañeros a los que considera, por lo general, como carentes de categoría personal o profesional, ya que cree pertenecer a una elite de personas “especiales” por su genialidad, su brillantez o su pertenencia a algún tipo de “casta” social. Otros rasgos típicos de los directivos narcisistas, además de los expuestos, son:
Este directivo se caracteriza por tener una visión deformada en la que “todo el mundo va a por él” y pretende perjudicarle o rebajarle, lo que le lleva a ser casi impermeable a los datos que le ofrece la realidad a interpretar las ambigüedades de las relaciones personales de manera amenazante y ofensiva para él.
Otros rasgos típicos de los directivos paranoides, además de los expuestos, son:
Este tipo de directivo usa su encanto, apariencia y capacidad de coacción para trepar y alcanzar rápidamente posiciones de poder en el escalón jerárquico. Cuando por fin lo consigue se dedica con gran eficacia a explotar a la organización y a los trabajadores en su propio y exclusivo beneficio. Durante todo ese proceso genera a su alrededor una enorme confusión y disonancia, de tal manera que resulta muy complicado e improbable descubrir su juego y detener su actuación depredadora. Son personas egocéntricas, incapaces de mostrar empatía o genuino interés por los que le rodean y de sentir remordimientos por las consecuencias de sus actos. Su gran capacidad de manipulación de los demás suele confundirse en las organizaciones con una gran capacidad directiva.
Otros rasgos típicos de los directivos psicópatas, además de los expuestos, son:
Jorge Salinas añade otro tipo de jefes a esta clasificación de Iñaki Piñuel:
Estos jefes son los que dan instrucciones contradictorias por lo que los colaboradores no saben con que opción quedarse y si aparecen problemas nunca son ocasionados por la falta de claridad del directivo. Este tipo de jefe busca que los profesionales que trabajan para ello tengan los siguientes comportamientos:
Publicado por Isabel Carrasco en 8:18
miércoles, 21 de septiembre de 2011
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Fuente: Hablemos de Liderazgo
Imagen: Incompetent bosses
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Isabel Carrasco:
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